Está claro que no siempre coincide el timing del mercado, con el timing de nuestras empresas, ni con con el timing de nuestra vida, esa es la realidad...
Cuelgo este comentario del capÃtulo 8 del libro de Benjamin Graham, El Inversor Inteligente. Quizás nos ayude o no, a mà si me ayudó.
Dr. Jekyll y Sr. Mercado
La mayor parte de las ocasiones el mercado determina los precios de la mayorÃa de las acciones con una destacable brillantez. Millones de compradores y de vendedores regateando precios son capaces de conseguir unas valoraciones empresariales destacablemente exactas, en promedio. Sin embargo, en ocasiones, no se consigue un precio ajustado; ocasionalmente, el resultado es un precio tremendamente desajustado. En tales ocasiones, es necesario comprender la imagen del Sr. Mercado que ofrecÃa Graham, que probablemente es la mejor imagen que se ha elaborado en toda la historia para explicar por qué en algunas ocasiones el precio de las acciones llega a ser tan injustificado.1 El manÃaco-depresivo Sr. Mercado no siempre determina los precios de las acciones de la misma forma en que un tasador o un comprador privado determinarÃan el valor de una empresa. Al contrario, cuando la cotización de las acciones sube, está encantado de pagar un precio superior a su valor objetivo; por otra parte, cuando la cotización baja, está desesperado por desprenderse de las acciones por menos de su valor real. ¿Sigue estando por aquà el Sr. Mercado? ¿Sigue siendo bipolar? Por supuesto que sÃ.
El 17 de marzo de 2000, las acciones de Inktomi Corp. alcanzaron un nuevo máximo histórico de cotización, en 231,625 dólares. Desde que comenzaron a cotizar en junio de 1998, las acciones de esta empresa de software de búsqueda por Internet habÃan aumentado de valor aproximadamente en un 1.900%. En las pocas semanas que habÃan transcurrido desde diciembre de 1999, la cotización prácticamente se habÃa triplicado. ¿Qué estaba sucediendo en Inktomi, la empresa, para que Inktomi, las acciones, fuesen tan valiosas?
La respuesta parece evidente: un crecimiento fenomenalmente rápido. En los tres meses concluidos en diciembre de 1999, Inktomi habÃa vendido productos y servicios por valor de 36 millones de dólares, más de lo que habÃa conseguido en todo el año que finalizó en diciembre de 1998. Si Inktomi fuese capaz de sostener el ritmo de crecimiento que habÃa conseguido en los 12 meses anteriores durante un perÃodo de cinco años más, sus ingresos se multiplicarÃan, y pasarÃan de 36 millones de dólares por trimestre a 5.000 millones de dólares al mes. Con tamañas perspectivas de crecimiento, cuanto más rápidamente subÃa la acción, más lejos parecÃa que serÃa capaz de llegar.
No obstante, en su irracional enamoramiento con las acciones de Inktomi, el Sr. Mercado habÃa pasado por alto una cuestión relacionada con su actividad empresarial. La empresa perdÃa dinero, toneladas de dinero. HabÃa perdido 6 millones de dólares en el último trimestre, 24 millones de dólares en los 12 meses anteriores a ese trimestre, y otros 24 millones de dólares en el año anterior a esos 12 meses. Durante toda su vida empresarial, Inktomi no habÃa conseguido ni un centavo de beneficios. Sin embargo, el 17 de marzo de 2000, el Sr. Mercado habÃa determinado un valor para esta minúscula empresa que alcanzaba los 25.000 millones (sÃ, ha leÃdo bien, nada más y nada menos que 25.000 millones) de dólares. Después, el Sr. Mercado cayó presa de una súbita depresión. El 30 de septiembre de 2002, justo dos años y medio después de que alcanzasen los 231,625 dólares por acción, las acciones de Inktomi cerraron a 25 centavos, lo que supuso un colapso desde un valor total de mercado máximo de 25.000 millones de dólares a un mÃnimo de 40 millones de dólares. ¿Se habÃa agotado el negocio de Inktomi? No en absoluto; durante los 12 meses anteriores, la empresa habÃa conseguido 113 millones de dólares en ingresos. ¿Qué habÃa cambiado entonces? Únicamente el humor del Sr. Mercado: a principios de 2000, los inversores estaban tan irrefrenablemente interesados por Internet, que habÃan determinado un precio para las acciones de Inktomi que representaba 250 veces los ingresos de la empresa. En la actualidad, estaban dispuestos a pagar únicamente 0,35 veces sus ingresos.
El Sr. Mercado se habÃa transformado pasando de Dr. Jekyll a Mr. Hyde, y se estaba asegurando de que las acciones que le habÃan hecho quedar mal se las pagasen todas juntas. Sin embargo, el Sr. Mercado no tenÃa más justificación para emprender este feroz ataque a medianoche que la que habÃa tenido para mostrarse insensatamente eufórico. El 23 de diciembre de 2002, Yahoo! Inc. anunció que compraba Inktomi por 1,65 dólares por acción. Era aproximadamente siete veces la cotización de Inktomi el 30 de septiembre. La historia acabará indicando, probablemente, que Yahoo! hizo un brillante negocio. Cuando el Sr. Mercado hace que las acciones sean tan baratas, no es raro que le quiten de las manos empresas enteras.